lunes, 22 de marzo de 2010

PostHeaderIcon DE CONQUISTAS Y DERROTAS

Es la historia de siempre.
—No sé cómo me deje convencer de nuevo.
—Lo que pasa, Nico, es vos vos no bailas. ¿Cómo pensas levantarte una mina si te quedas como una estatua en el sillón con un vaso de vino? — Le reprocho Damián a Nicolás mientras esquivaba autos por la General Paz con su Cupé Fuego ´89.
—No, me refería a que no sé porque me subí a este auto con vos al volante. ¡¡Guarda con el camión, boludo!! — chirrió Nicolás al notar que un camión de mudanzas se acercaba peligrosamente y el Renault no cambiaba de carril.
— ¡Papá! Estas hablando con el que le enseño a conducir a Ayrton Senna… Haceme caso, copetea un poco, baila y te vas a dar cuenta cómo cambia tu suerte con las mujeres— explico Damián mientras prendía un cigarrillo y sin mirar al frente sorteaba al viejo camión.
—Si siempre somos los mismos en estas fiestas. Parece más un ritual que una fiesta. Además, la última vuelta, Julieta me dejo pagando como un boludo. —se resignaba el acompañante mientras que observaba la avenida con resquemor.
—No, negro. Hoy hable con el Pela y parece que convenció a unas minitas de la facultad para que vengan. Son de Derecho, boló. Sabes que eso significa garantía de calidad.
—Si el Pela tiene menos chamuyo que el ayudante mudo de El Zorro.
Así, después de esquivar dos controles policiales y casi atropellar a una pareja desprevenida, ambos jóvenes lograron llegar a la casa de Francisco, más conocido como “el Pela”.
La casa, una construcción imponente de tres pisos que data del siglo XIX, era secretamente cedida por los padres de Francisco, quienes recorrían inocentemente Europa, ignorando el hecho que su hijo agotaba la bodega de vino como quien toma agua después de correr un maratón. Mientras Damián y Nicolás entraban a la casa descargando las incontables provisiones de alcohol, lubricante social imprescindible para estos adolescentes, Nicolás le dirigió una mirada de odio a su fiel compañero luego de recorrer con la vista el living y reconocer las mismas caras de amigos de hace años.
Como Damián había vaticinado, al transcurrir la mitad de la noche, él se encontraba bailando el reggaetón de moda, mientras que Nicolás los únicos pasos que daba eran para recorrer la distancia que separaba el sillón de la cocina donde recargaba su vaso con un fina selección de uvas fermentadas de color rojo intenso con reflejos violáceos, de un aroma maduro que recuerda frutas del bosque y de un sabor equilibrado y con taninos suaves.
La velada transcurría con la previsibilidad de un discurso político en época electoral, hasta que Nicolás, con la excusa de ir a comprar más hielo, escapo de la fiesta y de la vergüenza que le provocaba ver a su mejor amigo intentando dar con los movimientos que exigía la canción del momento.
Pero al volver, notó a su amigo más excitado que lo normal, y no se debía a tener la sangre más etílica. Era la excitación propia de un cachorro que descubre su primer celo.
Contrariado, se dirigió a la cocina a depositar el hielo que había conseguido para los infieles que preferían el fernet ante las bondades del buen vino, y vio varios rostros desconocidos como había prometido el Pela. Un poco apartada del resto de las iniciadas, observó como una chica se debatía en un feroz duelo contra un sacacorchos que se negaba a cumplir con su objetivo. No supo si el escalofrío que sintió fue por la bolsa de hielo que insensibilizaba sus manos o por el contacto visual con esos profundos ojos negros que suplicaban ayuda.
—¿Te… ayudo con…el vino?— tartamudeo Nicolás
—Dale, gracias— respondió ella— No me llevo muy bien con los destapadores.
Y ahí, en un ataque de lucidez, Nicolás supo que debía hacer para conocer más a esos ojos cautivantes.
—¿Cuál pensas abrir? Nooo, ese es para los que no saben distinguir una sidra de un champagne. Veni, si no decís nada, te muestro los verdaderos vinos.
Con la destreza de un malabarista y los conocimientos de un enólogo de TV por cable, Nicolás pudo mostrarle los tesoros escondidos de la vinoteca. Dio cátedra en las diferentes clases de vinos y las ocasiones perfectas para cada uno, detallando las bellezas del Merlot, la delicadeza del Syrah, la robustez de Cabernet Sauvignon ante la mirada atenta de la hermosa dama.
Pero nada es para siempre y el sol terminó destronando a la luna.
—Uh, mira la hora que es. ¿Queres que te alcance a tu casa? — pregunto Nicolás mientras estudiaba las reacciones de ella como quien revisa el punto de cocción de un asado.
—Creo que si. Me parece que mis amigas me dejaron en banda— respondió ella con la expresión contrariada como si estuviera resolviendo un problema de matemática cuántica con un ábaco.
—Anda para la puerta que voy a buscar las llaves del auto.
Cuando Nicolás volvió al living, la escena era digna de un campo de batalla. Esquivó cadáveres de color marrón y heridos de una guerra perdida frente a la cerveza hasta que pudo dar con Damián, tirado en el mismo sillón que horas antes había defenestrado. Cuidadosamente lo palpo en busca de las llaves que necesitaba.
—No te preocupes, negro. En un rato te lo devuelvo— susurro Nicolás aguantando la carcajada y prometiéndose tomar fotos del lamentable estado de su amigo.
—Mmmmmrrrrmnbrbrmrmrn…. — masculló Damián, en un lenguaje que los humanos no ha alcanzado a descifrar todavía.
Ese “rato” se convirtió en un par de horas mas, gracias a que Nicolás, en un intento de prolongar el ahora inevitable amanecer y seducir a su presa, manejo tan prudente como adolescente frente a su instructor de manejo y hasta llego a hacerse el perdido en el mismo barrio donde había pasado mas de la mitad de su infancia.
Lamentablemente para el, llegaron a su destino. Pero el no se daba por vencido.
—Puta madre, no encuentro las llaves—rezongo ella mientras revolvía su cartera.
—¿Queres que volvamos a lo del Pela?— intento una vez mas Nicolás, sin ningún efecto.
—No, de última lo despierto a mi novio para que me abra.
—Ah, claro. Tu… novio— dijo Nicolás con el entusiasmo de un niño al recibir su regalo de navidad y descubriendo que es un sweater.
—Gracias por alcanzarme y por la lección de vino. Nos vemos.
Es la historia de siempre.

1 Criticas Constructivas:

Anónimo dijo...

Felicitaciones Gonzo!! Ya estoy llamando a Gaston Pauls para que vaya pensando una novela con esto!!!

Un abrazoo!!
Sebas

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